Llegó un momento en que me sentía inmerso en el comienzo de la película Europa de Lars Von Trier; en un estado medio hipnótico, a medio camino entre el sueño y la consciencia.
El cliente en el que estoy estaba empecinado en que fuese a hablar a París con una de las personas al mando de un despliegue de Citrix allí; realmente todo lo que fuimos a hacer lo podríamos haber ahorrado leyendo unos powerpoints y llamando a este muchacho por teléfono y hacerle algunas preguntas sobre aquellos temas que no acabásemos de comprender. Pero como que quien paga manda, y si paga mucho pues incluso manda más si es posible, pues para allí que nos dirigimos.
A las 4:15 de la madrugada estaba en la calle, en Sabadell… ni un coche, ni un alma, parecía que estuviese en una ciudad fantasma, sensación incrementada por el atontamiento que supone haber dormido pocas horas. Mi estado de atontamiento lo acusé cuando estábamos en la estación esperando por un tren que nos llevase hasta la estación de Chatelet, en los carteles informativos estaba mirando a ver cuando venía el proximo tren y leí «Supprise», ¿sorpresa? No puede ser, esto no es la RENFE. Una mirada más de cerca me hizo ver que ponía Supprime, lo cual sonaba algo más lógico.
De camino a Chatelet, no pudimos deleitar con las grandes obras artísticas de ZK, Tige o Aston (el primer artista multipolicromático) con unos trazos increíbles, un transfondo social amplio un un gran tiempo libre para irse a pintar sus obras al lado de la vía donde Sarkozy perdió la zapatilla. Y esto lo vimos nosotros que no tenemos ni idea del tema, a la que los descubra alguien, estos chavales tienen mucho futuro; si hay una próxima lo mismo hasta me llevo la cámara.
Y que chiringuito más bonito que tenían allí montado. Un showroom con un pantallón DeLL de veinte-y-muchas pulgadas, un pequeño aparador con bebidas de gratis, agua de Evian de ¡gratis!, ya solo les faltaba la cafetera de Nespresso. Cuando fuimos a comer un comedor que me quedé anonadado, ¡si hasta era mejor que el de la Navy! Sé que todos aquellos que hayan pasado por el comedor de la Navy me tacharán de loco, de tener fiebre ese día, porque eso no es posible de ninguna de las formas, pero así era. Claro que los precios eran otros: para los empleados 5 Euros por el menú, para los externos ¡toma 14 eurazos por comer! Que a ver, el paté estaba rico de narices, claro que supongo que en Francia si algo esperas comer riquísimo es el paté, pero el resto de cosas tampoco eran nada destacables.
Para decepción, la terminal 1 del aeropuerto Charles de Gaulle, lo peor que he visto nunca. Una estructuración increíblemente liosa, un aspecto digno de un aeropuerto del bloque soviético en sus mejores días y una ausencia considerable de tiendas o cosas entretenidas. Sin ir más lejos, una vez pasabas el control de seguridad, si quieres ir al lavabo tienes que salir del perímetro del control de seguridad, y de regreso volver a pasar el control; lo mismo para ir a tomarte un agua o un refresco. ¡Ni una triste máquina de vending! Lo único que tiene curioso la terminal es el tren lanzadera sin conductor. Mi consejo, evitad en la medida de lo posible la terminal 1 de este aeropuerto, al menos en la salida, en la entrada, casi que tanto da.
Y empezó el cachondeo de los retrasos aéreos, ding dong dang, Vueling informa a los pasajeros del vuelo a Madrid que el vuelo sufrirá un retraso de 15 minutos debido a la llegada tardía del avión. Empieza la depresión. Ding dong dang, Vueling informa … retraso de 1 hora. La lagrimilla comienza a resbalar mejillas abajo. Ding dong dang, Vueling informa … casi mejor me tapo los oídos ¡no lo quiero escuchar! Pues con la tontería llegué al aeropuerto de Madrid más allá de la una, y lo siguiente casi termina con intervención de los antidisturbios.
Al salir de la terminal 4, se te cae el alma a los pies al no ver ningún taxi, te has levantado a las 3:45, has hecho dos vuelos de 2 horas, dos viajes en tren de hora y media, no ves el momento de llegar a una cama y de repente te ves que te tocará de darte un paseazo en metro con varios transbordos. Sin perder la esperanza me pongo a hacer el largo camino hasta el comienzo de la cola para el taxi. Pero mira, la gente espabilada salía de la terminal, y en vez de caminar cogía allí mismo el taxi, con el resultado que los que nos habíamos pegado la pateada hasta allí veíamos pasar los taxis ya ocupados. Hasta que la gente se comenzó a mosquear y se pusieron en medio de la carretera impidiendo el paso a los taxis ocupados, sólo aquellos con la luz verde. Y es que en Madrid siempre me ha de pasar algo.
Y que bonito el metro de Madrid con los trabajadores de la limpieza en huelga y todo el suelo llenos de basura. El miércoles como un campeón llegué temprano al trabajo, cosas del orgullo heredado por parte paterna. Que suerte viajar a París me comenta la chica que estudió en mi universidad (o yo en la suya, no lo acabo de tener claro)… la misma que tengo con la lotería.